De tanto empeñarse en escalar el cielo, los Pirineos terminaron apartándose del tumulto de los siglos y conservan con pasión su rico pasado y una tradición oral sin igual.
Aunque de oeste a este cada valle proclame su identidad, la viajera curiosa y el viajero curioso leerá, sin dificultad una verdadera unidad cultural.
Tres grandes ramas crecieron de este tronco común de la oralidad pirenaica:
- Los mitos fundacionales que para narrar los orígenes suelen dar preferencia a relatos de «desensalvajamiento» como en el imprescindible Juan del Oso.
- Los cuentos etiológicos, que tienen como objetivo dar sentido a los particularismos locales, pretenden una explicación ilustrada de un fenómeno del que no se conoce el origen. Así la cristianización de las leyendas antiguas es a menudo sensible a esto y pocas fuentes, rocas, cuevas o montes han escapado a este proceso.
- Los cuentos donde los pequeños, los débiles, los eternamente rechazados del destino, como son los campesinos de las montañas, inventan otro mundo donde serían los vencedores. Los hijos de nadie burlan al Diablo, se ríen de los ogros y reciben el amor de reyes y princesas.
Finalmente, con las hojas al viento, brotan aquí y allá los cuentos de hadas, espíritus, sombras de la noche y de personajes misteriosos. En esos relatos, no se cree, se teme.
Escucha, aquí están los Pirineos…