El buen salvaje

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Louis Figuier, La chasse, série "L’homme primitif", 1909

Primero se contaba que el Hombre de la Prehistoria vivía en lugares aislados, principalmente en cuevas oscuras y con relieves accidentados. Acostumbrado a lugares estrechos y bajos, su espalda había acabado encorvándose. Era un ser feroz, peludo y repulsivo. Conviviendo con los dinosaurios, ese salvaje cazaba a sus presas lanzando piedras y luego las devoraba crudas. Este Hombre rústico, bestial, no sabía hablar y no era muy diferente de su primo el mono. También era violento hacia sus semejantes, y no dudaba en arrastrar a las mujeres por el suelo tirándolas del pelo.

Joseph Bergès, Paysage arcadien, années 1930, Toulouse, université du Capitole, fresque de l’amphithéâtre Cujas.

También se decía que ese salvaje vivió en una época dorada en la que todo iba bien, donde todos vivían pacíficamente. Los seres humanos, buenos e inocentes, estaban unidos con la naturaleza. Parecían evolucionados, cercanos físicamente de los hombres y mujeres contemporáneos. Durante esos tiempos lejanos, estos salvajes se ocupaban cazando y pescando para vivir respetando la naturaleza. Nunca tomaban más de lo necesario, preservaban el medio ambiente que los alimentaba, nunca estaban en guerra, sino que protegían a los suyos y los abastecían. Esta imagen del hombre prehistórico es en realidad un recordatorio para los seres humanos de hoy para preservar la naturaleza, consumir de manera más razonable y más justa, vivir sin guerras y proteger a los hombres y mujeres entre si.

Bonus
Cormon Fernand, La pêche (détail), esquisse pour l’amphithéâtre de paléontologie du Museum d’histoire naturelle de Paris, 1897, Paris, Petit Palais.

La primera versión del mito presentando al hombre prehistórico como una bestia es reciente. De hecho, el descubrimiento, al principio del siglo 19, de osamentas de nuestros primos de Neandertal es el inicio de una verdadera investigación sobre los orígenes del hombre. En el corazón de los Pirineos, el descubrimiento del entorno epónimo de Aurignac alimenta esta fascinación. Algunos relatos del siglo 19, como “el hombre primitivo” de Louis Figuier en 1870, recalcan más aún ese mito del hombre prehistórico primitivo.

 

Numerosos hallazgos en el siglo 20 en los Pirineos, como la mandíbula de un neandertal en la cueva de la Niche en Montmaurin o el de varios restos humanos en el entorno de la Caune de l’Arago en Tautavel, continúan difundiendo para el gran público, la imagen de un hombre prehistórico salvaje.

Cormon Fernand, L’homme à cheval (détail), esquisse pour l’amphithéâtre de paléontologie du Museum d’histoire naturelle de Paris, 1897, Paris, Petit Palais.

Sin embargo, esa visión de nuestros antepasados va cambiando y se transforma paulatinamente hasta el final del siglo 20. Investigaciones científicas sobre estas poblaciones del pasado demuestran cada vez más que eran grupos humanos organizados, con un conocimiento perfecto de su territorio,  que vivían de la caza y la recolección razonadas en un espacio controlado.

 

Esta nueva mirada sobre la prehistoria comparándola con el mundo moderno así como su urbanización, genera una visión contemporánea del mito del buen salvaje. Una visión de hombres y mujeres prehistóricos buenos, dulces, respetuosos con la naturaleza y pacíficos, en contradicción total con nuestro modo de vida y con la imagen sombría que se le daba poco tiempo antes.

 

Sin embargo, el “mito del buen salvaje” toma sus raíces varios siglos antes. De hecho, los relatos de Montaigne en el siglo 16 presentan pueblos autóctonos (aislados del resto del mundo) en armonía con la naturaleza, pacíficos e inocentes. Esa idea se desarrolla a lo largo de cuatro siglos y la retoman varios autores, como Didrerot y Rousseau en el siglo 18, antes de traspasarla a la Prehistoria a finales del siglo 20.

Bisons poursuivis par des lions, 31 000 av. J.-C., Grotte Chauvet (Ardèche).
Dame à la capuche ou Dame de Brassempouy, vers 21 000 av. J.-C., origine : Grotte du pape (Brassempouy, Landes), Musée d’archéologie nationale, Saint-Germain-en-Laye.

Las mujeres y los hombres de la Prehistoria aparecen también dotados de talento artístico y sensibilidad, dejando técnicas desarrolladas cuyos arqueólogos desconocen todavía hoy las claves. ¿Cómo era posible en aquella época realizar tales objetos o tales obras artísticas?

 

No obstante esta imagen del buen salvaje no es más que un mito. Los datos arqueológicos nos enseñan que aunque estos seres prehistóricos eran evolucionados y cuidaban de su entorno, no eran tan ingenuos o pacíficos. La cueva del Sidrón en España, cerca de los Pirineos, nos revela una cierta crueldad por parte de los prehistóricos. Numerosos restos humanos asociados al hombre de Neandertal llevan huellas de cortes y atestiguan prácticas caníbales. La hipótesis adoptada hasta la fecha muestra que un grupo de Neandertales se alimentó de otro grupo de Neandertales. Unas prácticas que ponen en tela de juicio su imagen pacífica…