Millaris

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Erase una vez, Abeliou, Dios del sol de los Pirineos, reinaba, supremo en la montaña. Siempre hacía buen tiempo. No se veía nunca una nube, ni una tormenta.

 

En aquel entonces, vivía al pie del Pic du Midi un patriarca llamado Millaris. Era viejo, muy viejo y algunos decían que había alcanzado la edad venerable de novecientos nueve años. Una larga barba de espuma colgaba de su barbilla cual un abeto antiguo. Parecía eterno.

Louis-Julien Jacottet, « Vallée d’Argelez, Hautes-Pyrénées », Souvenirs des Pyrénées, 1840 (BnF via Gallica, détail).

Millaris era pastor. Llevaba sus rebaños por la montaña, hacia los pastos más bonitos, pero sabía que eso terminaría algún día, ya que un mago le había dicho una vez que moriría el día en que la gleba parda de sus campos y la hierba verde de sus praderas serian tan blancos, en todas partes, como el cálido vellón de las corderas y la dulce leche perfumada de sus cabras.

 

Una mañana en la que el cielo parecía lívido y se oía el graznido incesante de los fúnebres cuervos negros, Millaris llamó a su hijo mayor desde su cama de hierba seca y le dijo: “Hijo, sal y mira que tiempo hace”.

 

El hijo salió, y volvió casi enseguida muy perturbado diciendo: “Padre, la tierra está cubierta de una cosa extraña blanca y fría y ya no se distingue en la ladera del monte, la huella de los senderos que llevan a los pastos”.

 

Hasta entonces, no había nevado nunca en las montañas. El viejo profético supo que el clima se alteraría y que su final se acercaba.

Antoine Ignace Melling, « Cascade de Tramesaïgues », Voyage pittoresque dans les Pyrénées françaises et les départements adjacents, 1826-1830.

“Esta cosa desconocida que, desde lejos en el cielo, desciende blanca e interminable, como el agua de los torrentes en lo alto de nuestras cascadas, anuncia mi última hora. Y nada, ahora, ni las lágrimas sinceras de vuestros ojos, ni las simples lágrimas de los barrancos con sus jugos reparadores, ni los milagrosos filtros de los encantadores de las montañas, nada puede arrancarme de mi fatal destino.  Pero vosotros, hijos míos, vivid y tened valor. Sé que vuestro destino os llama a otros lugares. Cuando ya no esté, reunid a los rebaños dispersos al sonido del cuerno. Seguid a la joven novilla pelirroja con el clarín de plata. Ella os conducirá primero a la región sulfurosa de las aguas calientes, en Bagnères-de-Bigorre, donde deben surgir los beneficiosos baños termales para los que sufren. Id una y otra vez hacia donde os lleve y cuando, cansada y derrotada, se detenga, vosotros también os detendréis. Será en la llanura plana, y Belian, el dios rubio de la Aurora, os bendecirá”.

Antoine Ignace Melling, « Thermes Marie-Thérèse », Voyage pittoresque dans les Pyrénées françaises et les départements adjacents, 1826-1830.
Grands Thermes de Bagnères-de-Bigorre (Office de Tourisme de Bagnères-de-Bigorre)

Dirigiéndose a su hijo mayor, dijo: “Ve, recoge este polvo, haz una bola y lánzala tan lejos cómo te lo permita tu brazo robusto. Y donde caiga cavareis mi fosa y me enterrareis para siempre”.

Charles Mercereau, « Cirque de Gavarnie », Excursion dans les Pyrénées, 1837 (BnF via Gallica, détail).

Y así se hizo. El pastor milenario se durmió del sueño de la tierra con, como último manto, la primera nieve cuyo cielo cubrió el país de Bigorre. Y se cuenta que desde entonces siempre nieva en las montañas.

 

Una robusta cruz de mármol blanco con ramas cortas rodeando un disco, señala la ubicación de la tumba. Se llama la “Cruz de Béliou”. A su sombra, la hierba nunca volvió a crecer.

 

Un día fue sustraída y llevada al cementerio del pueblo de Lesponne. El cielo se nubló inmediatamente y empezó a llover durante cuarenta días y cuarenta noches. El diluvio no se detuvo hasta que la cruz fue devuelta al hombre muerto al que se la habían arrebatado.

 

Todavía hoy, cuando pasan por la tumba de Millares, para conciliarse sus favores eminentes, los pastores, creyentes o ateos, depositan supersticiosamente un pequeño guijarro en el humilde montículo de tierra desnuda.

 

Y en Lesponnes, al calor del hogar, las abuelas todavía duermen a los pequeñitos tarareando la copla milenaria:

Millaris bajó

            Desde los flancos de la piedra negra

            Con jarras de leche ahumadas

            Con coloridas bolsas de sal.

            Sonad, sonad, trompetas,

            Trompetas y oboes,

            Para reunir las manadas

            Del pobre Millaris.

Bonus
Patriarcado y cosmología

Millaris, héroe cultural, padre creador, se puede considerar como un último avatar de las divinidades indigetas [héroes divinizados, semidioses propios de una región] cuyos destinos e historia, en las narraciones populares, están estrechamente vinculados a un acontecimiento de índole cosmológico, como aquí el paso de un tiempo en que la nieve no existía en los Pirineos, una de edad de oro primordial, hacia un tiempo en el que este fenómeno aparece y todo cambia en la organización del mundo y de la vida de los hombres.

 

El mito de Millaris se puede vincular con el de Mulat-Barbe, otro patriarca legendario de Bigorre. El destino de ambos personajes está vinculado con un acontecimiento idéntico del orden cósmico (la llegada de las primeras nieves) y las dos tradiciones tratan el tema de la agonía del héroe. La leyenda de Mulat-Barbe añade otro elemento: existe una relación directa entre la primera nieve y la llegada del cristianismo.

Lesponne y el pastoralismo

Es en la comunidad de Lesponne donde se arraiga el mito de Millaris. Además de la historia propiamente dicha con sus detalles, las tradiciones relacionadas con el héroe local están acompañadas de una canción en el dialecto de la Bigorre, llamada Canción de Millaris y conocida por la mayor parte de sus habitantes.

 

Millaris no es solamente el pastor fabuloso de los numerosos rebaños que, antiguamente, frecuentaban los pastos en los que la gente de Lesponne ejercerá más tarde un derecho de uso absolutamente vital para ella, también es la imagen de un “antiguo gran pastor”, de un padre fundador de este pastoralismo al que se entregó de manera casi exclusiva la comunidad que preservó el recuerdo del primero y más grande pastor de la región.

La cruz de Béliou
La croix de Béliou (crédit inconnu)

La cruz se llama localmente “cruz de Millaris” o “cruz de Béliou”.

 

Se encuentra en la ladera oriental de la Peyre, cerca del bosque de Transloubat, que domina el pequeño circo natural “Las Aygues”. Desde esta terraza muy ancha, se puede ver un magnífico panorama sobre el valle de Lesponne y sus altos picos.

 

El bloque cruciforme es muy probablemente un ex-voto precristiano de Aquitania, y esculpido de nuevo en un momento determinado: en una de las caras se puede ver la cabeza de un personaje que nos recuerda a una divinidad indigeta, mientras que en la otra cara, con una factura diferente y posterior, se esculpió al Cristo en su cruz, así como las famosas siglas I.N.R.I. Esta “cristianización” del monumento no es la única pista de un encuentro con el universo judeocristiano: según una creencia fuertemente establecida en el valle Lesponne, el traslado de la “cruz” de Millaris podía desencadenar un largo periodo de mal tiempo, de cuarenta días y cuarenta noches, dícese, o sea la duración asignada por las Escrituras al diluvio bíblico.

 

Marcel Boulin, nombrado conservador del museo Massey de Tarbes, nos cuenta que visitando el valle de Lesponne en 1955, escuchó decir que Millaris iba siempre a caballo y que una mujer del lugar había muerto por tratar de transportar la cruz al cementerio del pueblo.

Bagnères-de-Bigorre
Antoine Ignace Melling, « Bagnères de Birgorre », Voyage pittoresque dans les Pyrénées françaises et les départements adjacents, 1826-1830.

La leyenda de Millaris incorpora igualmente el tema de la fundación. La naturaleza salvaje, la “silva primitiva”, da lugar a la ciudad floreciente de Bagnères-de-Bigorre, celebre por sus aguas termales. En una de las numerosas versiones de la leyenda, el narrador cuenta que Millaris anuncia “allá donde la vaca descansará, las aguas calientes harán la fortuna del país”.

Migración y fundación(es)
Montgaillard près de Bagnères - la montée de l'église, carte postale, 1907, Paris, BNF (Gallica)

Eugène Cordier, autor de un texto titulado “El pastor de 909 años (sacado de Las Leyendas de  Hautes-Pyrénées, 1855),adaptación literaria de ciertas grandes tradiciones bigourdinas, escribe: “Entonces la vaca… bajando por las orillas del Adour… se detuvo en el lugar donde se eleva hoy el bello y rico pueblo de Montgaillard. En ese lugar los hijos del pastor también se detuvieron. Y nunca mas nevó”.

 

Mas tarde, en un articulo publicado para la Société Ramond (Boletín n°8, 1867), Supersticiones y leyendas del Pirineo, nos cuenta: “Muchos animales sirven de guía en las migraciones primitivas, deciden del establecimiento de los pueblos, de la fundación ciudades… la migración va de la montaña a la llanura. Todos las narraciones concuerdan sobre ese punto’. En cambio, se diferencian en los puntos de partida y de llegada.

Antoine Ignace Melling, « Le pic du midi de Bigorre », Voyage pittoresque dans les Pyrénées françaises et les départements adjacents, 1826-1830

En la leyenda de Millaris, para algunos, el lugar de partida es el pico de Arizes (pic du Midi); para otros, es el Béliou, un contrafuerte de Montaigu. ‘Allá, se dice generalmente, se enterró al viejo de Arizes, en un lugar marcado con una cruz… “. Del mismo modo, el lugar de llegada cambia según las versiones del cuento: a veces Bagnères, a veces Montgaillard, a veces Vielle, en el valle del Adour. Eugène Cordier, en su obra literaria, hace que la vaca haga una pausa en Bagnères para continuar el camino luego hasta Montgaillard.

La canción de Millaris

La canción de Millaris, como la leyenda, presenta numerosas variantes. Una de ellas muestra claramente su origen, que según ciertas tradiciones de Lesponne, hacen del hijo de Millaris el autor de la pieza. El dolor profundo que describe en estos versos, hay una connotación de canto fúnebre:

 

Millaris desciende

por abajo de Pèira-Nera

con sus jarras de ordeñar humeantes,

su saco de sal multicolor.

 

No añoro el establo

tampoco el arándano,

añoro a mi padre

que murió en Béliou.

 

Toquen, toquen las trompetas,

Trompetas y oboes,

Para reunir el rebaño

del pobre Millaris

  

Observemos las referencias de la vida pastoral tradicional: útiles de pastor (jarras de ordeñar, saco de sal) antiguos instrumentos de música, consumo de arándanos, muy común en montaña de media altitud.

 

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