Sant Martinet i els Gentils

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Diuen que en certa època van viure els Gentils a la cova de Muskia, Ataun. Conreaven les terres dels cims de les muntanyes pròximes i recollien gran quantitat de blat. Al terreny de sota vivien els cristians, però encara no sembraven blat perquè els faltaven les llavors.

Site du Pays Basque, planche par Antoine Ignace Melling, gravée à l’aquatinte par Piringer et Salathé, in Cervini Joseph-Antoine – Melling Antoine Ignace, Voyage pittoresque dans les Pyrénées françaises et dans les départements adjacents - Paris ; L’auteur, Treuttel et Wurtz, 1826-1830. Fonds Duclos, Bibliothèque Gaston-Massat de Saint-Girons.

Una vegada Sant Martinet, calçat amb botes molt grans, va pujar a la cova de Muskia. Allí va veure els munts de blat i feu una aposta amb els Gentils. A veure qui creuava els munts, d’un salt. Els Gentils els van saltar amb molta agilitat; però Sant Martinet va caure enmig de la pila de blat, i se li ompliren les botes de grans de blat.

 

Mentre, Sant Martinet tornava cap a casa, un dels Gentils es va adonar que portava a les botes llavors de blat. Va agafar una destraleta i li va llançar; però no el va tocar. La destraleta es va clavar a la base del tronc d’un castanyer d’Olasagasti.

 

Els cristians no sabien en quina època sembrar el blat; però, una vegada, algú va sentir a un Gentil que entre rialles deia:

 

“Ja jaaai! Si sabessin, ja ho prendrien: Al sortir la fulla, sembra el blat de moro. Al caure la fulla, sembra el blat. I per Sant Llorenç, sembra el nap.”

 

Des d’aleshores es va estendre el blat per tots els pobles.

Bonus (esp)

Este mito está situado en Ataun, Guipúzcoa, en la cueva de Muski, en las laderas de la sierra de Aralar. La sierra de Aralar, en el límite entre Navarra y Guipúzcoa, es un referente identitario, tanto en la actualidad como a lo largo de la historia, tal y como lo demuestran numerosos megalitos que hay en sus valles. Además es uno de los escenarios principales en donde suceden diferentes mitos y leyendas vascos. 

 

Este mito en concreto, es uno de los muchos que recopiló el antropólogo José Miguel de Barandiaran en Ataun, su pueblo natal. Barandiaran es un referente en la antropología y etnografía vasca, junto a Aranzadi y  Julio Caro Baroja, que era su discípulo,  entre otros.

 

Barandiaran empezó a interesarse sobre la prehistoria y la antropología durante las primeras dos décadas del siglo XX. Las enseñanzas del profesor Wilhelm Wundt, autor de la monumental obra Völkerpsychologie, en la Universidad de Leipzig  marcaron el rumbo de sus posteriores investigaciones antropológicas y etnográficas. Durante la Guerra Civil y su posterior exilio en la parte francesa del País Vasco, Barandiaran tuvo dificultades de seguir con sus investigaciones antropológicas en torno a la historia y cultura vasca. Después de regresar del exilio retomó sus trabajos sobre los Estudios Vascos colaborando y organizando diferentes conferencias, revistas, cátedras e investigaciones. A finales de su periodo académico publicó en 1989 Mitos del pueblo vasco, a los 100 años.

Julio Caro Baroja eta Aita Barandiaran, Ataunen. (Koch Arruti, Sigfrido) Licencia_ CC BY-ND

El mito de San Martinico representa cómo se hicieron los seres humanos con el secreto o el conocimiento de la agricultura. Es decir, simbólicamente explica el aprendizaje del cultivo del trigo, mediante la cual pasan del “viejo mundo naturalista” al “nuevo mundo civilizado”. Lo cual viene a decir que hay una cierta continuidad entre el mundo naturalista y el mundo civilizado. Así pues hay un proceso de enculturación que pasa del mundo salvaje al civilizado (Ortiz-Osés, A. 2007).

 

San Martin Txiki, ocupa en la mitología vasca el papel del  “héroe enculturizador” que es capaz de aprender los misterios del cultivo del trigo y trasladarlos al pueblo. Simbólicamente los Jentilak representan la naturaleza, en este caso concretamente son quienes dominan  el arte de la agricultura. La mitología parecería llevarnos a la siguiente conclusión implícita en los relatos: hay una correlación o complementariedad entre la naturaleza y la cultura, ya que no tiene sentido la naturaleza (Jentilak) sin la cultura (San Martin Txiki), así como no tiene sentido la cultura “San Martin Txiki” sin la naturaleza “Jentilak “ (Ortiz-Osés, A. 2007).

 

Por otro lado está la figura del gentil. La leyenda popular representa a los gentiles como seres de proporciones descomunales, una raza de gigantes. Algunos autores ven en el gentil el ser humano “primitivo” que vivía en las montañas, habitualmente en las cuevas o en un paraje alejado. Para otros representa el pagano que vivía en paz con los cristianos pero aislado de ellos de (Barandiarán, J. M. 1984).

 

En general es un personaje ingenuo, sin malicia. Es más, la figura del  gentil en diferentes mitos es un medio mediante el cual proporcionar al ser humano conductas de comportamiento ejemplares, para actuar en el conjunto de la sociedad. Hacen referencia a una sociedad cuya personalidad e ideología se basa en la cultura del trabajo. Una de las características generales es que son muy trabajadores, por lo que algunos autores definen  la mitología del gentil  como una apología del trabajo.

 

Representa,  además de un ser aislado, primitivo y con una fuerza sobrenatural,  un ideal arquetípico del trabajo. Mediante un variopinto de mitos en los cuales el gentil es poseedor de diferentes artes y trabajos,  se vislumbra una  definición del trabajo, como medio de humanización y adaptación al entorno natural  y como virtud indispensable del ser. Es decir, mediante esta figuración del personaje mítico el ser humano ve en él el ejemplo honorable del trabajo, pues si un ser más poderoso y fuerte también trabaja, el ser humano  también debe aprender y ejercer, como con el secreto del trigo.

 

Diferentes autores comentan la carga simbólica que hay detrás de representar a estos gigantes como arduos trabajadores y poseedores de conocimiento. Ya que con su fuerza y conocimientos, sin mucho trabajo y esfuerzo podrían conseguir lo suficiente y más para su subsistencia. Aun así, el imaginario colectivo los representa llevando a cabo trabajos cotidianos, aunque aprovechando su fuerza, para sacar lo suficiente para sus subsistencia. Pero no aparecen rodeados de una opulencia desmesurada. Es decir, están dotados de un poder sobrenatural con el que pueden lograr sin mucho esfuerzo lo necesario, pero aun así, a diferencia de otros dioses de la mitología indoeuropea llevan a cabo trabajos cotidianos y ordinarios sin hacer un uso excesivo de ese poder.

Abalcisqueta con Txindoki (Ojanguren, Indalecio) 1943 Licecia_ CC BY-SA (1)

Además, no se dedican solamente a los  labores dirigidos a la subsistencia, sino que también llevan a cabo trabajos de mayor esfuerzo tanto cuantitativo como cualitativamente, ya que son autores de muchas iglesias por ejemplo.  O también conocían el arte de trabajar el hierro, tal y como aparece en otro mito de San Martin Txiki. Pues el gentil además de ser el primer cultivador de trigo, es el primer herrero y el primer molinero. Y a ellos se les atribuyen el origen mítico de los cromlechs (jentilbaratza) y los dólmenes (jentilarri).

 

Esta ideología del trabajo que subyace a este mito y en general a la mitología vasca está reivindicando el esfuerzo y el trabajo diario. Esta representación o semántica del mito se comprende mejor al ubicar el mito en su contexto social y económica en el que surge. Es decir, un entorno agrario en el que el caserío como unidad económica y social es el centro en el cual la vida gira a su alrededor.

 

Con este mito y los personajes San Martinico y el gentil se plantea por un lado el orígen de la agricultura y la humanización de la naturaleza y por otro lado un modelo sociedad y de conducta.