El Lago Azul

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El mendigo salió de madrugada de Bagnères y bordeó el valle de Lesponne hasta el Chiroulet donde descansó antes de emprender la ascensión hacia el último pueblo, el más adinerado, en lo alto de la montaña, donde nace el río Adour. La ascensión fue larga y ardua. Se sentía agotado, no había comido nada desde el día anterior y sus pies, molidos, le hacían cruelmente sufrir.

Jacques Callot, "Le mendiant au rosaire", série Les Gueux, 1622-23, Gallica

Al caer la noche y después de ascender el último repecho, dio un suspiro de alivio. Ahí estaba el pueblo por fin, con sus casas agrupadas como un rebaño en su recinto, rodeado del verde de sus estivas hospitalarias, bajo la amable custodia del pico de Bizourtère y del Pene det Pouri.

 

Subió por la calle principal, llamando a todas las puertas, con la esperanza en las tripas, pero no se abrían o se cerraban de un portazo encogiéndole el corazón. ¡Ni un sorbo de agua, ni un pedazo de pan! Una gran tristeza llenó sus ojos cansados.

 

Recorriendo los alrededores con la mirada, divisó, detrás de un cerro, un tejado de laja indicando una cabaña y se dirigió a ella. Era semejante al vaquero que la ocupaba, muy pobre. En derredor, las vacas acostadas en la hierba rumiaban plácidamente, aliviadas por el ordeño de la tarde. El pastor, que acababa de dejar la leche en el leyté, se dirigía a su cobijo, soñando con una vida mejor. En el corral un ternerito acababa de nacer. Era toda su fortuna. Se engordaría y cuando fuera gordo y graso, lo llevaría al mercado de Campan. Seguro que con la hierba de aquí, su ternero sería magnífico y sacaría un buen precio. Y sino se lo quedaría. Sería un buen reproductor y podría formar un rebaño…

Le veau

De repente, un ruido le hizo estremecerse. El forastero estaba ahí, en su puerta, exhausto, la mirada vacía, las mejillas huecas pero el pastor no tenía otra cosa para darle que su mendrugo de pan y una corteza vieja de queso. Perturbado por la delgadez del vagabundo, sin pensárselo, cogió un cuchillo grande y mató al ternero. Adiós fortuna, terneros, vacas, cerdos… Ensartó los cuartos, los puso a asar y los dos hombres, felices, comieron mirando el sol desapareciendo detrás de la montaña.

– “Déjame un recuerdo, por favor”. Le pidió el mendigo cuando terminaron de comer.

            -“Qué quieres? ya no tengo nada.

            -Dame un hueso de tu ternero.

            -Si sólo quieres eso, aquí tienes uno! Vayamos a dormir ahora.

            – Espera un momento. Coge todos los huesos que te quedan, ponlos en la piel de tu ternero y déjalo delante de tu puerta”.

 

Desconcertado, el pastor obedeció. A lo mejor era un ritual de protección. Los dos hombres entraron en la cabaña y compartieron el lecho de paja.

 

Por la mañana, cuando el pastor se despertó, estaba solo. El forastero había desaparecido. Saltó de su cama y abrió la puerta. Sus ojos se abrieron de par en par. A dos pasos de la puerta, pacía un bonito ternero. Parecía su ternero y llevaba alrededor del cuello el collar que había fabricado con sus propias manos del que colgaba la campana y cuyo badajo era de hueso, el hueso que le dejó la víspera a su huésped… de recuerdo.

¡Milagro! ¡Es un milagro!, gritó

Gustave Doré, "L'armée du pharaon engloutie dans la Mer rouge", série L'Exode, 1860, Gallica

Empezó a correr al pueblo para contar su historia pero apenas pasó el cerro, se detuvo, petrificado. Ante sus ojos se extendía un magnífico lago, redondo como un ojo y azul como el cielo. El pueblo había desaparecido y no quedaba ni un alma.

Clocher église, village englouti du lac de Mediano, Espagne (province de Huesca), 2016.

El pastor bautizó el lago “Lhéou” (il eó: antigua forma de la palabra ‘lac’-lago- en francés), y sólo subía en verano con el rebaño que había constituido. Se conoce hoy como el “lago azul”.

A veces, cuando hay niebla, unos extraños gemidos salen de la bruma helada. Quizás sean los gritos desesperados de los antiguos habitantes engullidos en las aguas vengadoras.

Bonus
El Lago Azul
Le lac bleu, près de Bagnères-de-Bigorre Office de Tourisme)

El lago Azul de Lesponne o de Chiroulet es un lago natural de 135m de profundidad que se encuentra a 1947m de altitud y tiene una superficie de 52 hectáreas. Es el lago más profundo de los Pirineos. Debe su calificativo “azul” al color del lago, un azul intenso por su profundidad. Este lago natural se ha realzado ligeramente y se ha perforado una galería desde 1831 para asegurar un caudal de agua suficiente todo el año para la industria y la irrigación del valle. En el año 1903, las obras de  movimientos de tierra sobre el retén de agua del lago Azul dieron trabajo a cerca de 500 personas. En 1917 se construye la central hidroeléctrica de Chiroulet. En 1922, el abad Gaurier se encarga de estudiar la posibilidad de un proyecto de almacenamiento de pólvora y municiones utilizadas durante la Primera Guerra Mundial en los alrededores del lago Azul. En 1925 Bagnères ya cuenta con líneas eléctricas gracias a la puesta en servicio de la red hidroeléctrica (Le Chiroulet-Artigues-Beaudéan). Cada casa puede utilizar una o dos lámparas produciendo una luz equivalente a 5 o 6 velas cada una. La ascensión hacia el lago se hace desde la aldea de Chiroulet y se tarda unas dos horas y media.  A la vuelta podemos pasar por el lago de Ourrec y disfrutar de la cascada de Ouscouanou.

Edouard Paris, Lac Lhou dit Lac Bleu (près de Bagnères-de-Bigorre), XIXe siècle (BNF via Gallica, détail).
El pueblo sumergido

Las ciudades sumergidas siempre han sido objeto de muchos relatos en toda Europa, ciudades misteriosas construidas en el fondo de las aguas y pobladas por genios y ninfas acuáticas o ciudades sumergidas como castigo de algún crimen, como el de Sodoma y Gomorra que han ardido en el fuego celeste y han sido cubiertas por el Mar Muerto. 

 

Así cuenta la leyenda el origen del lago de Odenwald, cerca de Neunkirchen (Alemania): en el lugar del lago existía un convento de monjas, donde un anciano pidió cobijo una noche de invierno. Las monjas le negaron la entrada y se rieron de una novata que imploraba en su favor, el anciano golpeó la tierra con su bastón y maldijo a las monjas. La tierra se tragó el convento y apareció un lago en su lugar. El etnólogo Wolff vincula este cuento al ciclo de los viajes terrestres de los dioses y cree reconocer en el anciano milagroso a Wuotan o al Odin alemán.

 

Muchos relatos que se tienen lugar en el contexto de lagos ubicados en Alemania y en Rusia hablan de la presencia de campanas sumergidas que se pueden escuchar. Estas leyendas formaban un fondo general de creencias populares y se transmitían de un lugar a otro. Muchos relatos de fábula sobre las grandes ciudades del Báltico son testimonio de ello. Asimismo, en la mañana de Pascuas, en la isla de Wollin, parece que vemos subir a la superficie de las aguas Vineta, “la Ámsterdam del Norte” de Adam de Brème, con sus puertas de bronce, sus campanas de plata, sus utensilios y fichas del mismo metal que servían de juguetes a los niños en las calles.

 

Más allá de la dimensión moral de los cuentos, hay una búsqueda de una civilización desaparecida, del Edén perdido, de la región secreta, del objeto sagrado, de la tierra prometida.

 

Otros cuentos como Le voyage de Maël Duin (El viaje de Maël Duin) escrito en irlandés antiguo en el siglo X, describen los viajes aventureros de algunos temerarios en estas ciudades misteriosas.

El sacrificio del ternero

Numerosas leyendas tienen que ver con textos bíblicos. La influencia de la escritura santa se manifiesta sobretodo en el registro orogénico (relacionado con la formación de las montañas).

 

Ya hemos mencionado la referencia a Sodoma y Gomorra en relación con el lago de Odenwald. Esto también vale para las historias del lago Azul donde se alude a otro extracto del Antiguo Testamento, cuando Abraham pide a su servidor sacrificar un ternero par celebrar la llegada de Yahvé que se le apareció en la llanuras de Mambré.

 

No nos olvidemos de las metamorfosis de Ovidio (Libro VIII), cuando Júpiter, después de tomar la apariencia de un mortal para sondear el corazón de los Frigios, es acogido sólo por Filemón y Baucis, y ellos salvados, cuando la región se hunde bajo las aguas de un lago.

Las leyendas del lago Lourdes
Le lac de Lourdes (Office de Tourisme)

La leyenda del lago Azul presenta muchas semejanzas con la del lago de Lourdes, muy cercano: volvemos a encontrar al ser Eterno disfrazado de mendigo que viene a poner a prueba la generosidad de los habitantes. Rechazado en todas partes y finalmente acogido por dos campesinas pobres que aceptan compartir con él su pobre pitanza y el calor de su hogar, decide castigar la ciudad de Lourdes sumergiéndola. Sólo se salvan las dos señoras y un recién nacido; pero una de ellas, curiosa, se da la vuelta y se transforma inmediatamente en piedra, igual que la mujer de Loth que se transforma en estatua de sal. Esta piedra o peyre Crabère (piedra de la cabra) se puede ver en la carretera de Poueyferré.

Peyre Crabère, Lourdes (Office de Tourisme)

Durante mucho tiempo, en la noche de San Juan, los habitantes acudían a la orilla del lago para escuchar las campanas de la iglesia sumergida. Esta leyenda, al igual que todos los relatos de transmisión oral, ha conocido muchas variantes con el tiempo.

 

Curiosamente, esta piedra Crabère sirvió muy pronto de “piedra de fecundidad”. Las mujeres con dificultades para procrear venían a tocarla regularmente. Algunos habitantes cuentan que este ritual duró hasta los años 60.

El leyté
Leyté, village d'Aucun, val d'Azun (Hautes Pyrénées)

Este nicho para la conservación de la leche, hecho con grandes piedras ensambladas, se concibió para poder ser irrigado por una corriente de agua fresca en el que bañaban los jarrones de leche, lo que aceleraba la formación de la crema. Se pueden encontrar leytés cerca de fuentes, riachuelos, torrentes o en la orilla de pequeños lagos. Algunos nichos se cerraban con una puerta con bisagras de gozne, otros con una tabla que se deslizaba entre dos lajas. La mayoría llevaban en su interior una pequeña estantería para el jarrón de crema.