Aquesta alzina a més de ser un dels arbres més monumentals de l’Aragó, conserva aquesta bonica llegenda.
Fa molts anys, el poble estava envoltat d’impenetrables carrascars que servien de refugi a animals salvatges i a les temudes bruixes. Els arbres del bosc se n’alegraven perquè així la gent no entrava en a recollir llenya, glans,o fulles… Però la més jove de les carrasques estava molt decebuda per aquesta mala fama del bosc. I sovint discutia per això amb els altres arbres. Les bruixes, que van sentir les protestes de la jove, van decidir anar-se’n. Abans però van voler agrair a les carrasques més velles el suport prestat i van concedir-les un desig. Un grup d’arbres va voler que les seves branques i fulles fossin d’or, altres van desitjar desprendre els més deliciosos perfums, i algunes que les seves fulles fossin del vidre més pur. Només la petita alzina va voler continuar sent igual.
Després de la marxa de les bruixes, va tenir lloc una gran tempesta de vent i calamarsa, i es van trencar els arbres de vidre. Un altre dia, un ramat es va menjar les fulles aromàtiques i finalment, els arbres d’or van ser esmicolats pels lladres.
D’aquell immens bosc tan sols va sobreviure l’arbret més jove al que des d’aleshores tots van respectar.
Esta sierra prepinenaica recorre la provincia de Huesca de este a oeste a lo largo de las comarcas de Alto Gállego, Hoya de Huesca, Sobrarbe y Somontano de Barbastro. Su punto más elevado lo alcanza en el Tozal de Guara (2077 m).
El dolmen de Losa Mora se localiza en el centro de la sierra y en las proximidades del del Mascún. Este barranco presenta fracturas en todas las direcciones, paralelas y perpendiculares a su eje, dando lugar a un mágico lugar de agujas y torreones.
Cuenta con una muralla rocosa la llaman la Ciudadela, con la Cuca Bellostas es un monolito gigante de formas redondeadas que debe su nombre a un personaje del cercano pueblo de Otín. La erosión ha abierto dos amplios y espectaculares arcos naturales (los Ventanales); uno con forma de delfín.
Estas misteriosas formas hicieron que los árabes bautizaran a este lugar como Mascún: el habitado por los espíritus.
Todas las culturas en los más diversos los rincones del mundo han creído en hechiceras o personas que mediante el uso de la magia podían curar o provocar males. La Europa de los ss. XVI y XVII no fue una excepción, por ello se dio una auténtica caza de brujas (unas 60.000 mil personas fueron ajusticiadas en el continente por esta causa).
Fue entonces cuando se asoció a las brujas con los aquelarres (reuniones nocturnas donde aparecía el diablo) y a los maleficios (enfermedades, muertes, tormentas…). El Alto Aragón no fue una excepción y aquí se dieron numerosos casos de condena y ejecución de brujas, promovidos normalmente por los Concejos donde vivían y no por la Inquisición, como se cree. Además, la condena más usual era la horca y no morir en la hoguera.
A la luz de la documentación conservada, la bruja era una mujer mayor con amplios conocimientos en remedios naturales, sabedora de los efectos sanadores de plantas y brebajes. Ejercía de curandera y hasta de comadre (partera) y terminaba pagando los males que asolaban a su pueblo: muertes, enfermedades, plagas, malas cosechas…
Así, Guara cuenta con una amplia tradición brujeril. La noche de los viernes se reunían las brujas en aquelarres en localidades como Lecina o se desplazaban mágicamente hasta Tozal de Asba (Betorz).
Una de las mujeres brujas más conocidas del Parque Cultural del Río Vero es Dominica la Coja de Pozán de Vero. Era viuda y con un hijo y los vecinos la requerían como sanadora, en especial para niños enfermos. Conocía multitud de remedios naturales para curar reuma, asma, sarna… y, así, poco a poco fue creciendo el rumor de que practicaba la brujería. Fue condenada por la Inquisición y murió en la prisión de Zaragoza.
En el Parque Cultural del Río Vero y la sierra de Guara también se han conservado leyendas vinculadas a momentos históricosde gran trascendencia, como la conquista de Alquézar.
Dicen que el rey moro sometía a sus súbditos a constantes abusos y que para satisfacer sus caprichos exigía que se le entregaran las jóvenes vírgenes más hermosas de la zona. Así fue hasta que una valiente joven vecina de Buera tomó la iniciativa.
Al caer la noche se vistió con sus prendas más sutiles, recogió sus largos cabellos rubios con una afilada peineta y se presentó en el castillo para ofrecerse al rey, quien no tardó en abandonarse al vino y a la belleza de la chica. Ella se soltó el pelo y cuando el rey cayó rendido ante su hermosura, le hundió su peineta en el corazón. Con su propia espada le cortó la cabeza y la sacó por la ventana.
A esta señal los cristianos atacaron y los musulmanes, confusos, sin líder y viéndose perdidos, decidieron darse muerte. Vendaron los ojos de sus caballos y al galope se precipitaron al vacío. Dicen que algunas noches aún se escuchan allí relinchos y desesperados gritos: los de las almas de aquellos soldados moros.
Los pequeños pueblos que conforman el Parque Cultural del Río Vero y la sierra de Guara han conservado una rica tradición oral que ha pasado de generación en generación. De padres a hijos, al calor del hogar, se han narrado leyendas, mitos y tradiciones que singularizan este rincón del Alto Aragón.
Ejemplo de ello son las Abuelas de Sevil, tesoro de la tradición oral, que conjuga un acontecimiento legendario, asociado a mitos con diversos rituales festivos que continúan practicando los habitantes de la localidad de Adahuesca.
Cuenta la leyenda que la peste acabó con los habitantes de varias aldeas de la sierra de Sevil. Tan sólo dos ancianas sobrevivieron. Para no correr la misma suerte, decidieron huir y pedir asilo en los pueblos próximos. Tras varios intentos en Radiquero y Alquézar, finalmente fue Adahuesca el pueblo que las acogió. Como agradecimiento por las atenciones recibidas, ellas como únicas propietarias, donaron la sierra de Sevil a los vecinos, con tres condiciones. En primer lugar cada 20 de mayo debían acudir al paraje conocido como Crucelós, donde serían enterradas, para rezar junto a su tumba. En segundo lugar, en el mismo lugar debían repartir “la Caridad” (panecillos y vino) a todos los asistentes. En tercer lugar, el día de Santa Ana (26 de julio) entregarían peras a los niños de Adahuesca. Esta última condición es conocida como el “Correperas”.
Mediante esta leyenda se entronca con lo legendario la posesión por parte de Adahuesca de la sierra de Sevil, otorgada a esta villa por varios reyes de Aragón, e impresa en un importante conjunto documental.
En pleno siglo XXI, este ciclo es seguido anualmente por los aboscenses y es la base del Centro de Interpretación de Leyendas y Tradiciones ubicado en la localidad.