Primer s’explicava que l’Home de la Prehistòria vivia en llocs aïllats, en coves fosques i amb relleus accidentats. Acostumat a llocs estrets i baixos, la seva esquena havia acabat encorbant-se. Era un ésser ferotge, pelut i repulsiu. Es deia que convivia amb els dinosaures i caçava a les seves preses llançant pedres i després les devorava crues. Es deia que no sabia parlar i que no era molt diferent del seu cosí el mico. També es considerava que era violent cap als seus semblants, i que no dubtava a arrossegar a les dones per terra agafant-les dels cabells.
Però aquesta imatges es va intentar canviar amb el mite del bon salvatge. Aquest salvatge va viure en una època daurada en què tot anava bé. Tots vivien pacíficament. Els éssers humans eren bons i innocents i estaven units amb la natura. Semblaven evolucionats, propers físicament als homes i dones contemporanis. Aquests salvatges caçaven i pescaven per viure tot respectant la natura. Mai prenien més del necessari i preservaven el medi ambient que els alimentava. Mai estaven en guerra, sinó que protegien als seus i els proveïen. Aquesta imatge de l’Home prehistòric és en realitat un recordatori per als éssers humans d’avui dia. De la necessitat de preservar la naturalesa, consumir de manera més raonable i més justa, viure sense guerres i que homes i dones es protegeixin entre si.
La primera versión del mito presentando al hombre prehistórico como una bestia es reciente. De hecho, el descubrimiento, al principio del siglo 19, de osamentas de nuestros primos de Neandertal es el inicio de una verdadera investigación sobre los orígenes del hombre. En el corazón de los Pirineos, el descubrimiento del entorno epónimo de Aurignac alimenta esta fascinación. Algunos relatos del siglo 19, como “el hombre primitivo” de Louis Figuier en 1870, recalcan más aún ese mito del hombre prehistórico primitivo.
Numerosos hallazgos en el siglo 20 en los Pirineos, como la mandíbula de un neandertal en la cueva de la Niche en Montmaurin o el de varios restos humanos en el entorno de la Caune de l’Arago en Tautavel, continúan difundiendo para el gran público, la imagen de un hombre prehistórico salvaje.
Sin embargo, esa visión de nuestros antepasados va cambiando y se transforma paulatinamente hasta el final del siglo 20. Investigaciones científicas sobre estas poblaciones del pasado demuestran cada vez más que eran grupos humanos organizados, con un conocimiento perfecto de su territorio, que vivían de la caza y la recolección razonadas en un espacio controlado.
Esta nueva mirada sobre la prehistoria comparándola con el mundo moderno así como su urbanización, genera una visión contemporánea del mito del buen salvaje. Una visión de hombres y mujeres prehistóricos buenos, dulces, respetuosos con la naturaleza y pacíficos, en contradicción total con nuestro modo de vida y con la imagen sombría que se le daba poco tiempo antes.
Sin embargo, el “mito del buen salvaje” toma sus raíces varios siglos antes. De hecho, los relatos de Montaigne en el siglo 16 presentan pueblos autóctonos (aislados del resto del mundo) en armonía con la naturaleza, pacíficos e inocentes. Esa idea se desarrolla a lo largo de cuatro siglos y la retoman varios autores, como Didrerot y Rousseau en el siglo 18, antes de traspasarla a la Prehistoria a finales del siglo 20.
Las mujeres y los hombres de la Prehistoria aparecen también dotados de talento artístico y sensibilidad, dejando técnicas desarrolladas cuyos arqueólogos desconocen todavía hoy las claves. ¿Cómo era posible en aquella época realizar tales objetos o tales obras artísticas?
No obstante esta imagen del buen salvaje no es más que un mito. Los datos arqueológicos nos enseñan que aunque estos seres prehistóricos eran evolucionados y cuidaban de su entorno, no eran tan ingenuos o pacíficos. La cueva del Sidrón en España, cerca de los Pirineos, nos revela una cierta crueldad por parte de los prehistóricos. Numerosos restos humanos asociados al hombre de Neandertal llevan huellas de cortes y atestiguan prácticas caníbales. La hipótesis adoptada hasta la fecha muestra que un grupo de Neandertales se alimentó de otro grupo de Neandertales. Unas prácticas que ponen en tela de juicio su imagen pacífica…