En el mismo centro geográfico del Prepirineo español existe una solitaria montaña que destaca especialmente frente a las más altas cumbres que quedan a su espalda. Se trata del Turbón, una solemne mole de 2.500 metros de altura, un magnético castillo natural en torno al que se han creado y transmitido infinidad de leyendas que han dado forma a la historia de Ribagorza.
Será por sus orígenes míticos, sus curiosas cualidades meteorológicas, sus habitantes sobrenaturales o por sus usos a cargo de brujas, pero la magia viene rodeando al Turbón desde tiempo inmemorial, y hasta en la toponimia del lugar encontramos lugares como el “Coll de Fadas” (collado de las hadas) o el “Forat d’as Bruixas” (agujero de las brujas). Se trasluce claramente aquí la huella del pensamiento mágico-religioso de las gentes que poblaban este territorio, que proyectaron en el Turbón todo su imaginario fantástico.
El mito se une con el Turbón desde el lejano tiempo del diluvio, o al menos así ha quedado recogido en la leyenda que dice que los dioses escogieron esta montaña para instalar la fragua que produce los truenos y los relámpagos. Otro de los mitos que relaciona al Turbón con la fuerza de la naturaleza es el del gigante conocido como Ome Granizo, habitante de estas montañas y del que se decía que con su resuello al subir la cumbre es como se formaban los vendavales y las tormentas.
Una de las leyendas más populares del Turbón es aquella que asegura que en sus laderas viven los duendes y encantarias. A los primeros se les atribuyen los ruidos extraños o las misteriosas músicas que muchos dicen haber escuchado en sus paseos, aunque nadie les haya visto nunca. Las encantarias son hadas o damas presas por encantamientos, que suelen aparecer en el fondo de los barrancos o junto al río lavando sus telas blancas, por lo que también se les conoce como lavanderas. De hecho, dicen que si alguien consigue apoderarse de una de esas prendas, se puede hacer rico y afortunado, y como cuentan que le ocurrió una noche de San Juan a un joven de Casa Francés de Castanesa. Otra utilidad de esas prendas robadas a las encantariassería la de deshacer los hechizos de las brujas.
Otra de las leyendas infalibles de esta montaña mágica es la de las brujas y sus aquelarres. Dice la tradición que habitaban un gran agujero, que llaman “de las brujas”, y que al pasar por la fuente de la Pedreña daban tres golpes con ramos de boj y se elevaban por el cielo, manejando las tormentas a su antojo. Por el miedo que producían, la creencia popular dice que la ermita de San Adrián, hoy en ruinas, debió construirse para espantarlas. Lo cierto es que hay restos de decenas de ermitas en el entorno.
En el municipio de Laspaúles, a la sombra de la montaña, aparecieron en un recoveco de la iglesia documentos que daban fe de un proceso inquisitorial por el que fueron condenadas a muerte veintidós mujeres de la zona en 1593. No es difícil imaginar lo que supondrían tales acusaciones y ejecuciones en la pequeña y cerrada sociedad del aquel tiempo.
La leyenda en torno al Turbón mejor estudiada es de carácter histórico y tiene como protagonista al barón de Espés, quepersonifica el mito del cazador salvaje. En Brallans, pueblo de la falda del Turbón, estaba el monasterio de monjas que frecuentaba el barón, ya que ansiaba una de sus jóvenes novicias. Pronto empezó a mandar regalos al monasterio para que se le diese a la jovencita como esposa. Tanto los frailes como los vasallos estaban hartos del trato que confería a todos, e hicieron causa común para acabar con él.
Un día cualquiera en el que el barón acudió a cazar al monte, una bruja del Turbón acudió para prevenirle: barón d’Espés, barón d’Espés si a Obarra bas, a Espés no i tornarás més. A lo que él contestó sin miedo: ¿En los tres gosos que porto y l´aspingarda? Torná o no torná, a Obarra vuy aná. Siguió su camino, pero cuando se adentró en el barranco los aldeanos le lanzaron piedras desde lo alto, al tiempo que los monjes le soltaban rabiosos perros mastines. Al día siguiente encontraron al barón muerto y a tres perros despedazados a su lado. Cuando se presentó la justicia, nadie sabía nada. El misterio se extendió a su alrededor. Nunca se aclaró aquel crimen, lo que contribuyó todavía más a dar pábulo a la leyenda. “Habrán sido las brujas del Turbón…”
Esta criatura gigantesca podría ser uno de aquellos dioses antiguos que trajeron la fragua o, incluso, la personificación misma del “espíritu de la montaña”. Una historia recoge cómo un día las voces que proferían las gentes de las aldeas circundantes reunidas en consejo molestaron tanto al “Ome Granizo” que, en un ataque de ira, cogió con sus manos dos enormes rocas de la cima del Turbón y las lanzó sobre ellos, causándoles la muerte. Así que, por si acaso, cuando en la montaña se oía tronar se tocaban las campanas de los pueblos y se esconjuraban las tormentas.
Algunos de esos encuentros con las encantarias han quedado fosilizados en la memoria popular. Cerca del Turbón, en la ermita de las Aras, es donde cuentan que un comerciante de casa Farré, de Espés Bajo, oyó de repente una música. Espiando entre los árboles, vio como bailaban las encantarias. Una de ellas le convidó a bailar, revelándole que en realidad era la reina de estos mágicos seres. Aquel hombre nunca olvidó el gozo de aquel momento.
“En el Turbón, las bruxas tienden sus ropas al sol”. Este es un dicho popular que ilustra muy bien la condición mágica del monte. En el Diccionario Geográfico de España publicado por Pascual Madoz en 1845, en la voz Turbón puede leerse: “Turbón es el objeto de todos los cuentos de viejas. A él acuden, según éstas, a sus reuniones nocturnas y adoración del macho cabrío, todas las brujas del país”.
Lo más curioso es que de aquella truculenta historia los vecinos de Laspaúles dieron lugar a un precioso evento de recreación: Lo Consell de Laspauls, una obra teatral en la que representan los acontecimientos que acabaron con la ejecución de aquellas mujeres acusadas de brujería. El libreto parte de una idea original del párroco Domingo Subías, que fue también la persona que encontró los valiosos documentos en los que se describe la sociedad que rodeaba el Turbón hace unos siglos.
La leyenda de la muerte del barón d’Espés tiene en realidad varias versiones, y tan pronto se ha asegurado que fueron las «bruxas» y duendes del Turbón quienes lo mataron; como que fue despedazado por los perros de los monjes del monasterio de Obarra. Pudo ser que se lo comieran sus propios perros o que lo arrastrara la corriente del río. Eso sí, en el valle de Lierp recuerdan haber visto perros esculpidos flanqueando el mausoleo del barón en Obarra.